Disfrutando, viviendo y soñando con hierros, escuchando sus historias de vida, de pena, de desamparo, de desamor, porque no son simples hierros, todas ellas tienen en sus viejas chapas, en sus golpes, historias y sentimientos que en ocasiones, es como si las notara en sus retorcidos y oxidados tornillos, en sus pegatinas desgastadas por el sol de mil tormentas de verano, y yo como forense de hierros, intentando descubrir cómo fue su vida, y devolviéndolas a la carretera me siento feliz por ello, no hay nada que más que me guste que volverlas a oír esa primera vez que arranca después de años y años paradas, un placer difícil de describir. La vespa...siempre...mi mundo la vespa.
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Pablo La Cueva Saucedo y Antonio Maria Hernandez Vazquez