Pensamientos detras de un manillar.

La Madrileña se merecía un regalo por llegar a esos 200.000 mil kilómetros en su corta vida de vespa amiga, y nada mejor que ponerle un Velocímetro-Tacómetro digital de Sip , por darme tantas satisfacciones con el pasar de kilómetros  y lugares  que yo jamás pensaba visitar, ella es mi compañera de viajes en una historia en común que algún día terminara, porque siempre hay un final  y últimamente estoy intentando reinventar cíclicamente mi vida en común con la madrileña  al margen de los años pasados.

La historia, ¡dicen¡ que siempre se repite, yo no lo creo, pero no quisiera que esa teórica escalera de la vida real en  la cual puedes subir o bajar me engulla como un corderito sin apenas darme cuenta... lo que nunca cambiaran serán los escalones, esos siempre estarán en su posición original, y lo decidido en uno de esos escalones es que debemos añadir algún escalón más con unas ilusiones que ahora están lejos del deseo del querer, porque mi corazón y mi alma no  brillan con las llamas que ardían al conquistar un  nuevo escalón, las ilusiones que me invaden el presente  no dibujan la alegría de mi alma de entonces...es como si de mi cuerpo físico me hayan vaciado un cajón en el cual estaba las risas,  la carcajada por el placer del querer tener la alegría del vivir, la sensaciones placenteras en estado puro por el placer de sentirlas (yo, y la alegría de mi yo).

Cerré puertas, y puse candados no hace mucho tiempo a situaciones exploradas con matices de mil variedades de colores como ramo en mesa redonda, cerrare mas ventanas sin pasadores, pondré llaves sin candados, alfonbrillas sin puertas,  pero con la mente y el cuerpo mirando al infinito buscando llenar ese cajón donde se perdió la ilusión por querer una pasión.

Manuel Martin.

Formulario de acceso